La guerra tecnológica en torno a los chips
En español, la palabra "chip" se refiere a una viruta o lámina delgada; en inglés estadounidense, describe una patata frita, mientras que en el ámbito financiero representa un negocio inmenso y en constante crecimiento. En el caso de España, el término "chip" adquiere un valor de 12.250 millones de euros en inversión pública hasta 2027, bajo el marco del Proyecto Estratégico para la Recuperación y Transformación Económica (PERTE), centrado en microchips y semiconductores. Este sector es un mercado destacado, movilizando medio billón de euros en 2022, según el informe de KPMG "Managing for Growth during an unprecedented semiconductor cycle".
Alberto Hijosa, socio de Bain & Company, señala que establecer una fábrica de chips implica una inversión cercana a los 20.000 millones de euros, como referencia, un monto comparable a la operación de rescate de Bankia, que recibió 22.424 millones de euros del Estado.
Los chips, esenciales para la mayoría de los productos tecnológicos y digitales al almacenar y procesar información, presentan un desafío. La cadena de valor de los semiconductores, desde el diseño hasta la fabricación, depende fuertemente de un número limitado de actores en un contexto geopolítico complejo. Un fallo en esta cadena puede tener consecuencias desastrosas para la economía, como se evidenció en 2020 durante la pandemia.
La crisis reveló un desequilibrio en el mercado, donde Occidente, especialmente Estados Unidos, domina las patentes y el diseño a través de empresas denominadas "fabless" (sin fábricas), mientras que Asia (Taiwán, Corea del Sur y China) controla las plantas de fabricación de circuitos integrados. Más del 90% del mercado en la fabricación de microchips se concentra en Asia. En respuesta a esta dependencia, tanto Estados Unidos como la Unión Europea han implementado iniciativas legislativas y fondos públicos para reducir la vulnerabilidad.
En 2022, Estados Unidos comprometió 52.700 millones de dólares para impulsar la fabricación de semiconductores en el país, mientras que la Unión Europea aprobó la Ley Europea de Chips, destinando 43.000 millones de euros para fortalecer el sector en la región. España también se suma a esta carrera con un programa de ayudas (PERTE) de 12.250 millones hasta 2027, principalmente dirigido al despliegue de centros de fabricación de tecnología avanzada y de gama media.
Aunque en 2022 se contabilizaban más de 400 instalaciones dedicadas a la fabricación de semiconductores en el mundo, España aún enfrenta el desafío de atraer inversiones y empresas significativas en este sector. Hasta el momento, solo tres grandes compañías internacionales, Cisco, Intel y Broadcom, han anunciado proyectos en España bajo el programa PERTE.
Además, la competencia en la industria de semiconductores presenta desafíos, ya que se avanza en la reducción del tamaño de los chips sin una demanda clara para los nuevos productos. Este enfoque, advierte el think tank Stiftung Neue Verantwortung, conlleva riesgos significativos de desperdiciar fondos públicos y privados en la búsqueda de la fábrica de chips más avanzada.
Aunque las perspectivas de la industria son optimistas, la ralentización económica y otros factores han generado precaución. La fabricación de chips es una tarea compleja, pero también altamente rentable, lo que intensifica la competencia en este sector estratégico y sensible. En palabras de Bertolt Brecht, "habrá guerra mientras un solo ser humano gane dinero con ella", una máxima que se aplica tanto a los chips como a las patatas fritas.
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