Una planificación de luz cuantitativa principalmente orientada hacia la iluminancia carece de criterios para el desarrollo de una concepción que sobrepase las exigencias de efectividad laboral y seguridad, que haga justicia tanto a la arquitectura iluminada como a las necesidades de las personas que viven en ella. Como respuesta a este problema surge una filosofía de iluminación más nueva, como la que defienden por ejemplo Waldram y Bartenbach en los modelos «designed appearance» y «percepción estable ».
Objetivo de este principio es un procedimiento que no sólo proporciona la suficiente iluminación para tareas visuales sino que también está en disposición de describir y planificar el efecto óptico del espacio. Para planificar el efecto visual de un entorno se realiza en primer lugar un cambio de la magnitud de la referencia central. En detrimento de la iluminancia, que describe exclusivamente la potencia técnica de una instalación de iluminación, la luminancia una magnitud que se produce por la acción combinada de la luz y el entorno iluminado, formando así la base de la percepción humana se convierte ahora en el criterio fundamental .
Con el cambio hacia la luminancia como magnitud central, se pueden concebir las relaciones de luminosidad y contraste en el entorno percibido, sea entre tarea visual y fondo, entre diferentes objetos o entre objetos y su entorno. Por lo que respecta al área de la iluminación de tareas visuales en el puesto de trabajo no se produce ninguna modificación importante debido a este cambio de criterio, porque se conoce la repercusión de diferentes relaciones de contrastes sobre la actuación visual, teniéndolos en cuenta mediante el grado de dificultad definido de la tarea visual en la iluminancia. Esto, en cambio, no es válido para el efecto de luz en todo el espacio.
A esto la consideración de las luminancias ofrece iluminación y las propiedades de material en la planificación de luminancia. De este modo, los contrastes de luminancia deseados no sólo se producen a través de una variación de la iluminación, sino también a través de la información dada de los colores del entorno. El ejemplo más notable es quizás el Museo de Arte de Berna, donde el efecto especialmente luminoso de los cuadros expuestos no se consigue por iluminancias más altas, sino mediante el tono gris en las paredes circundantes.
Los cuadros disponen en esta coyuntura de una luminancia mayor que el entorno relativamente oscuro, de modo que sus colores al igual que con la proyección de diapositivas o la iluminación con proyectores de contorno se perciben como especialmente intensivos. A primera vista se muestra aquí por tanto un concepto prometedor, que evita los puntos flacos de la planificación de iluminación cuantitativa, ofreciendo criterios para una teoría de planificación de orientación perceptiva.
Pero justamente por el área de la psicología perceptiva se originan considerables dudas sobre si las luminancias y su distribución son criterios centrales adecuados para una teoría de planificación de luz centrada en la percepción humana. No obstante, la luminancia aventaja a la iluminancia en cuanto a que se basa efectivamente en la percepción: la propia luz es invisible, sólo se puede percibir a través de la reflexión en objetos.
A pesar de ello, la luminancia no es idéntica a la luminosidad realmente percibida; la muestra de luminancia sobre la retina proporciona únicamente la base de la percepción, que sólo se lleva a cabo a través de complejos procedimientos de interpretación en el cerebro. Esto también es valido para las escalas de luminancias amoldadas al estado de adaptación del ojo o la conversión en escalas de luminosidad de iguales distancias: entre la imagen realmente percibida y las luminancias de la imagen retiniana no existe ninguna relación directa.
Si en su percepción el hombre estuviese exclusivamente atado a la luminancia, estaría entregado sin amparo a las desconcertantes muestras de luminosidad de su entorno; nunca sería capaz de separar color y reflectancia de un objeto de las diferencias de iluminación o percibir formas espaciales. Pero la percepción apunta justamente a estos factores constantes del entorno, a formas y cualidades de material; las variantes muestras de la luminancia representan en este caso sólo un medio de ayuda y base de partida, pero no el objetivo de la visión. deslumbramiento no sólo supone un alto contraste de luminancia, sino también el deficiente contenido informativo de la superficie deslumbrante.
No es la ventana con vistas a un paisaje soleado lo que deslumbra, sino a pesar de la baja luminanciael vidrio opalino, que impide esta vista; no deslumbra el cielo azul veraniego con algunas nubes sueltas, sino el cielo uniformemente grisáceo de deslucidos días otoñales. Pero si el caso extremo de un ambiente «inestable» ya no se puede definir de modo abstracto, se tambalea considerablemente el intento de una descripción técnica de luminancia fuera del contexto sobre estados ideales.
En este caso se fijan los contrastes de luminancia con valores máximos alrededor de 1:3 y 1:10, respectivamente, entre el campo interior y el campo directo más o menos alejado, la escala de expresión del luminotécnico se limita a una floja medida intermedia. Fenómenos como brillo y modelación acentuada, que son esenciales para la información sobre los materiales de nuestro entorno, prácticamente se excluyen; situaciones de luminancia como las que proporciona cualquier día soleado y cualquier paseo por la nieve se consideran indeseadas.
Si una situación de iluminación resulta agradable o indeseada, desde luego se decide sólo en la situación concreta; los contrastes de luminancia en la playa no resultarán tan altos para quien tome el sol o un baño, pero si para quien intente leer un libro. Resulta tan difícil derivar de la luminancia la luminosidad realmente percibida, como deducir por el volumen del contraste de una situación luminosa concluyentemente a un estado de iluminación perceptible, así mismo resulta casi imposible evitarle al luminotécnico tener que «pelearse» con una situación concreta, su oferta informativa y las necesidades de los hombres perceptores en este entorno.
Debido a la extraordinaria capacidad de adaptación del ojo humano, cualquier valoración de conceptos de iluminación resulta difícil. Un instrumento de percepción, que es capaz de proporcionar resultados útiles tanto en los 0,1 lux de una clara noche con estrellas como en los 100000 lux de un día soleado y que no se deja perturbar esencialmente en su rendimiento por contrastes de luminancia de 1:100, también está en disposición de equilibrar las repercusiones de una planificación de iluminación insuficiente. Así, no es de extrañar que también las instalaciones de iluminación, que no tienen en cuenta las necesidades más esenciales del hombre perceptor, sean sensiblemente aceptadas.
Si aparece insatisfacción, por ejemplo con la iluminación del puesto de trabajo, a menudo los afectados no pueden encontrar las causas en la planificación de iluminación, la crítica se canaliza casi siempre en dirección al cándido iluminante «lámpara neón». Sólo por el conocimiento de las relaciones de iluminación y recurriendo a los fenómenos de constancia se pueden hacer interpretaciones sobre los objetos basados en la muestra de luminancia de la retina, se produce por un sinfín de desconcertantes superficies la familiarizada imagen de una realidad tridimensional. Con ello las relaciones de luminosidad realmente percibidas y basadas en la muestra de luminancia pueden sufrir una considerable desviación.
Por este motivo aparece el cielo cubierto y gris por encima de un campo nevado a pesar de su luminancia mucho más alta más oscuro que la nieve. Del mismo modo se ignora el descenso de luminancia sobre una pared lateralmente iluminada, intensificándose en cambio los lados de un cubo si se corrigen las relaciones de color y valores de grises en diferentes zonas iluminadas de tal manera que se pueda percibir una escala uniforme. . Gracias al colaborador Tomas Matias Rodriguez por enviarnos este material para ser publicado.
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