Rojas: “Cuando te toca la lotería contratas
un chófer”. /SANTI BURGOS
Raúl Rojas (México D.
F., 1955) llega a la entrevista con su último invento literalmente bajo el
brazo, el brain driver, “un aparato para controlar
una máquina con el cerebro”. Viene directamente desde el aeropuerto, de Berlín,
e intuye que le pediremos que pose con su creación. “Ya lo imaginaba... aunque
yo tengo mucho pelo y le luce más a los calvos”, bromea Rojas, experto en
inteligencia artificial y robótica.
Apenas pasará 24 horas
en España y no tiene un minuto libre: todos quieren conocer el ingenio que ha
diseñado. “Es un aparato con sensores que, en contacto con la piel de la
cabeza, puede interpretar las ondas cerebrales y puede mover, por ejemplo, un
automóvil o una silla de ruedas”, explica, mientras toma el único sorbo de agua
que probará durante todo el encuentro. Tiene muchas cosas que contar y poco
tiempo.
Según Rojas,
“concentrarse en imágenes produce ondas cerebrales distintas que concentrarse
en palabras”, diferencias también perceptibles si “uno piensa en la pierna
derecha o en la pierna izquierda”. “Lo que hemos hecho es programar una máquina
para que interprete esos patrones de pensamiento”, dice con tanta naturalidad
que parece que cualquiera sería capaz de inventar algo similar.
El brain
driver tiene cuatro
comandos: uno para acelerar, otro para frenar y otros dos para ir a la
izquierda y a la derecha, “Por eso es posible conducir un coche con el
cerebro”, afirma Rojas. Lo que no es posible es estrellarse. Ni aunque el
conductor lo pensara. Según el inventor, “el vehículo tiene un mapa de la
ciudad, sabe dónde está la calle y circula por ella como si fuera un tubo”.
El
aparato funciona, “aunque requiere entrenamiento”. Y Rojas, que,
según insiste, no tiene tiempo y solo se permite como “hobby” la lectura y un poco de
baloncesto, todavía no lo ha probado. Pero uno de sus alumnos de la Universidad
Libre de Berlín, donde enseña —“cuando terminan sus estudios me los arrebatan
las empresas”, presume—, es incluso capaz de conducir haciendo zigzag.
Aunque más que los
coches, la aplicación del brain driver a la que aspira Rojas es a su
adaptación a prótesis, “para que quienes han perdido una pierna o un brazo
puedan controlar sus extremidades artificiales con la mente”. Ya hay algunos
prototipos, pero todavía “requieren más investigación”.
Raúl Rojas, invitado por
Línea Directa, que hoy presenta su Fundación de Seguridad Vial, se dedicó a la
fabricación de robots hasta que su empeño en participar en “una carrera de
autos robóticos” en Estados Unidos en 2007 —Rojas es dos veces campeón mundial
y tres veces campeón europeo de torneos de fútbol robótico— le sumergió en el
mundo del automóvil. “Llegamos a la semifinal y cuando regresamos a Berlín,
continuamos desarrollando el coche autónomo”, un vehículo que conduce por
sí solo y que ya circula en pruebas por las calles de Berlín. Rojas lo define
como “un taxi en el que el taxista es un ordenador”.
En 2007, ningún
fabricante confiaba en la creación de coches autónomos, porque creían “que a la
gente le gusta conducir”. “Pero yo creo que cuando te toca la lotería lo
primero que haces es contratar a un chofer”, ríe. Y tiene claro que el futuro
discurre hacia estos automóviles. “En carretera pueden entrar en funcionamiento
antes de 2020”, augura. Y no solo se ganará en comodidad, también en seguridad,
porque los robots, según dice convencido, evitan más accidentes que los
humanos.
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