El resultado de este sistema permite que el usuario se vea a sí mismo representando en 3D en tiempo real con una fidelidad más que decente, logrando además que esa representación virtual en tres dimensiones se sitúe en un escenario también virtual creado por ese mismo usuario.
No solo eso: la sensación inmersiva era notable a pesar de la baja resolución de Kinect en esa primera versión para las Xbox 360, y no la segunda iteración distribuida con las Xbox One. Su cerebro interpretaba que su representación virtual era real, y la sensación de tratar de alcanzar objetos para tocarlos era totalmente instintiva.
En el sistema utilizó un ordenador basado en Linux que recibía la información de profundidad y de la imagen captada por las tres Kinect, y esta información a su vez se conjugaba con la de un servidor externo destinado a registrar la posición y orientación de la cabeza vía Oculus Rift para completar ese escenario inmersivo.
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